Entre tantas cosas informales como hay en México, el comercio de este tipo ocupa un lugar de privilegio. No hay notas, mucho menos facturas. Todo se compra y se vende por la vía del más libre de los mercados. Los ayuntamientos cobran “piso”, los líderes también, los vecinos se aguantan, la basura la generan todos, nadie se hace responsable, y ahí se vende lo comprado y lo robado en la más diversa e inestable proporción, y con una facilidad mucho mayor que en las casas de empeño. El ambulantaje, hijo bastardo del comercio informal tiene como divisa reventar la oferta a costa del comercio formal; como andan de un lado a otro es difícil cobrarles “piso”, aún si de momento se ubican en un punto. Los líderes sí les cobran, para ellos nada es imposible. Un día cualquiera decide el señor justicia de esta leal ciudad quitarlos de las calles, es decir, cumplir y hacer cumplir la ley, porque de lo contrario la nación se lo demandaría. Lo decide luego de haberlos dejado crecer, además les manda avisar con antelación, y llegada la fecha fatal se desatan inspectores y policías. La respuesta inmediata del ambulantaje es chantajear a la autoridad incurriendo en delitos aún más graves, como es bloquear las vías de comunicación. Entonces paga la ciudad y la ciudadanía el desorden que la autoridad permite y luego juega a reprimir. Aumenta la contaminación, se consumen más combustibles, se desquicia el Centro citadino, se forman colas kilométricas de gente que anda trabajando, y todo mundo sale perjudicado porque al señor justicia le tembló la mano en el momento final. Ni pudo ni quiso desbloquear las calles con los recursos propios. La enseñanza es obvia, el poder lo tiene las organizaciones delictivas, no porque comerciar sea delito, sino porque lo hacen y lo defienden en contra de la legislación. Ahora bien, los vendedores ambulantes no andan en ese oficio por vocación turística, lo hacen por necesidad, porque carecen de recursos para alquilar un local en toda forma, y venden lo que se pueda debido al desbarajuste general que impera en la ciudad. Habiendo como hay tantos lotes baldíos en el Centro Histórico a nadie se le ha ocurrido habilitar uno como plaza del ambulantaje, y formalizar dicho comercio disponiendo qué sí y qué no se puede vender para evitar la competencia desleal con los comercios establecidos. Y tal vez no se hace porque a una plaza tendría que venir otra y otra más, y de nuevo no faltarían quienes dejando las plazas invadieran de nuevo el Centro de la ciudad, o llegaran de cualquiera de los tantos estados del país en peores condiciones que el nuestro, a tratar de sobrevivir en el comercio informal. No es asunto fácil, pero es deprimente que medio México nade en la pobreza en tanto que la clase política navega en la abundancia con los recursos que pertenecen a todos y que deberían encausarse a la mejora general de la sociedad y no a la producción de millonarios desde los cargos públicos de los Tres Poderes.