Lo que empezó, no termina. Londres 2012, deja un encanto especial al concluir con gran éxito la organización de su tercera, justa olímpica. Sin embargo el espíritu sigue vivo y los deportistas se llevan a sus respectivas naciones la experiencia de una misteriosa, discreta e íntima convivencia en la Villa Olímpica con cientos de atletas de otras latitudes, que pasaron momentos inolvidables. Quizá muchos se enamoraron y trataran de seguir el encanto de una fresca y romántica relación. Una vez más, el deporte fue el gran protagonista, desplazando las luchas políticas y los conflictos económicos. Ni el desempleo, las bolsas, los odios étnicos o el combate al crimen organizado, se atrevieron a desplazar la atención de millones de televidentes que prefirieron ver un resumen deportivo que un programa de noticias. Los distintos medios de comunicación se dieron vuelo al trasmitir todo lo que quisieron, analizaron e hicieron mofa, chistes y burla, ni la monarquía se libró. Pero sin duda, lo más destacado fue lo que realizaron los atletas: su esfuerzo, su disciplina y empeño para hacer su mejor esfuerzo en cada una de las competencias, con medallas o sin ellas, el pertenecer a una delegación y haber conseguido la oportunidad de realizar su adorado sueño es un verdadero triunfo. Sin devaluar las medallas obtenidas por los mexicanos, el triunfo de la selección de fútbol olímpica es una hazaña que marcará la historia del deporte mexicano. Un deporte tan practicado y querido en nuestro país, alcanza un triunfo por demás espectacular. El trabajo, la unión y la fraternidad de los jugadores ha dado una de las satisfacciones más grandes a nuestro pueblo. La clausura, más que un final, es el inicio de una nueva carrera para los atletas que ahora ya se preparan para los próximos Juegos Olímpicos. Seguro los disfrutamos y serán inolvidables junto con nuestra medalla de oro en el corazón de México.