No: por supuesto que la recaptura del “Chapo” Guzmán no fue, como por ahí se dijo, una cortina de humo “creada (sic) por el Gobierno” con la aviesa, maquiavélica, deliberada intención de que el pueblo se desentendiera de temas que lo afectaban directamente; por ejemplo, el previsible efecto inflacionario —o, si se prefiere decirlo con más rudeza, el empobrecimiento generalizado, a raíz del inevitable alza de precios que ese hecho trae consigo— de la devaluación del peso, que tal es, hablando en plata, el fenómeno… por más imaginación que se emplee para designarlo con eufemismos más amables.*Subrayémoslo: no se trata de una cortina de humo “creada” por el Gobierno. La reaprehensión del tristemente célebre narcotraficante no se maquinó en la Presidencia de la República, ni en la Secretaría de Marina, ni en ninguna dependencia pública, ni se consumó con la aquiescencia y la complicidad del propio “Chapo”. Guzmán Loera no se prestó voluntariamente a hacerle el caldo gordo al Gobierno, ni le ayudó a remontar el marcador que a raíz de tantos goles (el Caso Ayotzinapa, los conflictos derivado de la Reforma Educativa…) y autogoles (la casa blanca, la compra del nuevo avión…), le estaba resultando adverso, como lo reflejaban los índices de popularidad del Presidente Peña Nieto.Sí ha servido, en cambio, para que el ciudadano común se mantenga entretenido con los peculiares, rocambolescos entretelones de una historia que hasta ahora está resultando mejor salpimentada que la mejor de las telenovelas, y se desentienda de asuntos que, puesto que desnudan la corrupción y las miserias del sistema, deberían abordarse con más seriedad y más enjundia…Por ejemplo, a nivel local, las cuentas mochas que, al parecer, fueron la constante en las pasadas (y antepasadas y anteantepasadas…) administraciones; los contubernios que necesariamente hubo entre funcionarios venales y particulares voraces, y se resolvieron con las “afirmativas fictas” que repercutieron en licencias para saltar, de golpe y porrazo, del desordenado crecimiento horizontal de la mancha urbana, a un crecimiento vertical igualmente desordenado, que parece conducir al colapso, a ritmo vertiginoso, a la otrora “Ciudad Amable”. O, a nivel nacional, el “Caso Moreira”, en el que hay —se dice— un saqueo de las arcas públicas del orden de los 32 mil millones de pesos (una cifra que el mismísimo Carlos Slim calificaría, seguramente, de “respetable”).*El “Chapo”, la industria del narcotráfico, el incesante robustecimiento de los cárteles —a despecho de los “golpes mortales” que día con día se le propinan—, las historias en que sus figuras más prominentes se vinculan sentimental o empresarialmente con estrellas de la farándula, son frutos maduros del sistema. Moreira, similares, conexos y derivados, son el sistema.