El tema (“Abortar o no abortar: he ahí el dilema”) está en receso. No hay, de momento, motivos para que sea noticia. Por un lado, ya pasaron las campañas electorales; en consecuencia, el tema no funciona como “buscapiés” para los candidatos: “¿Está usted a favor de la despenalización del aborto, o en contra?”; por otro, tampoco se ha hecho extensiva al Congreso de la Unión la iniciativa que ya ha llegado a algunos congresos estatales, de “blindar —como se planteó en Jalisco— el derecho a la vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural”... Sin embargo, como el asunto, fatalmente, volverá a ser noticia y motivo de debate a todos los niveles, sería pertinente consignar las tesis de Juan Masiá Clavel, sacerdote jesuita, en un artículo periodístico (“Aborto y vida naciente con malformaciones”; El País, Madrid, VIII-2-12) que condensa en 500 palabras lo que debe andar disperso en decenas de libros serios —que no todos lo son— y en otros tantos foros sobre la materia. * Masiá Clavel plantea que ni decidir “interrumpir el camino hacia el nacimiento de una vida seria e irremisiblemente afectada por malformaciones graves”, ni optar “por llevar a término la gestación en medio de la angustia por la inseguridad acerca del futuro de esa vida”, son decisiones fáciles. Ambas situaciones implican sufrimiento y duda... Masiá sostiene que “hay que respetar que sea ella —la madre— quien tome la decisión, sin imposición ni complicidad”. Establece cinco condiciones para apoyar moralmente a quien la vida coloca en esa dramática disyuntiva: 1) dolerse de la persona; 2) proporcionarle la información pertinente para una y otra opciones; 3) respetar la decisión que tome, “sin imposición prohibitiva ni complicidad permisiva”; 4) no condenarla, aunque la decisión que se tome “no sea la más deseable desde determinada perspectiva moral”; 5) “no abandonar a la persona, después de la toma de decisión”. * A partir de la elevada cuota de sufrimiento que la decisión —cualquiera que sea— implica, lo pertinente es compadecer: es decir, padecer con; acompañar: es decir, dar compañía; lo impertinente, condenar, penalizar: es decir, acrecentar la pena moral con la pena legal. Esto último es una solución farisaica (por cuanto exige un rigor en la conducta de los demás, que no siempre se exige en la propia), amén de simplista y poco práctica. Masiá Clavel establece, en fin, para abordar de manera adecuada un asunto tan delicado, que motivaciones políticas, ideológicas o religiosas, no impidan debatirlo “con seriedad científica y responsabilidad ética”. (Algo que, por desgracia, no siempre se consigue cuando la coyuntura social pone el tema en la palestra).