Martes, 23 de Abril 2024

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Calificación de Guadalajara: ¿6.5?

Por: Juan Palomar

Calificación de Guadalajara: ¿6.5?

Calificación de Guadalajara: ¿6.5?

O sea, una ciudad mediocre, que podría ser espléndida. Cuando se habla de Guadalajara, naturalmente, se habla de una sola ciudad unitaria que se extiende sobre parte de los municipios conurbados. Es la única concepción posible para entender a la ciudad, y para enfrentar con lucidez sus problemas y alternativas.

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Total: calificación (en un determinado tabulador) de 6.5. De panzazo, casi por tronar. Qué triste, y qué necesidad. Si examinamos ligeramente la historia, Guadalajara, no hace tanto, digamos hacia 1970, todavía fue una muy buena ciudad. Hacia 1945, era excelente. ¿Qué pasó? Que vino la tolvanera y nos alevantó.

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Pero no se puede nomás culpar a la tolvanera. También son culpables los que no supieron o no quisieron capear favorablemente el temporal. Hacia 1970 estábamos en plena explosión demográfica; al mismo tiempo, grandes contingentes rurales buscaron mejor vida en esta ciudad. La solución estaba ante las narices de los responsables: no la pudieron ver, o más bien, no la quisieron ver. Formar un fundo (terrenos de propiedad de la ciudad) alrededor de la mancha urbana expropiando lo necesario de manera justa; y establecer allí buenos predios para formar no fraccionamientos, sino buenos barrios, además de polígonos para los usos laborales, comerciales, etcétera, necesarios.

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¿Qué fue lo que pasó en vez de eso? La ciudad quedó en manos de los ejidatarios, de sus corruptos líderes, de los aún más corruptos “desarrolladores” y “promotores”. Irregularidad generalizada, o sea, malas condiciones urbanísticas, degradación acelerada del territorio y la ecología, injusticia, dispersión de la ciudad, condena de Guadalajara —durante décadas irrecuperables— a seguir ese camino perverso. Cargas enormes sobre los municipios para tratar de regularizar los nuevos asentamientos, introducir infraestructuras y servicios, desarreglos que duran hasta hoy. En perjuicio de todos los habitantes tapatíos de dos, tres generaciones (y las que se sumen si seguimos así).

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La parte positiva es que algo, aunque falta mucho, se ha avanzado. La buena noticia es que una ciudad que tiene 6.5 de calificación puede aspirar al 10, y sí tiene con qué. Guadalajara, sin duda tiene muchas alternativas: sus recursos son riquísimos. Pongamos un ejemplo: la parte central de la ciudad. Quien haya tenido la fortuna de ver algo de mundo podrá decir que —contrariamente a lo que afirman los lloriqueantes “patrimoniólogos”— aplicando ciertas medidas y agua y jabón (y algo de arbolado y pintura) muchísimos contextos (de muy diversos tipos dentro de la ciudad consolidada) se pueden convertir en lugares habitables plenamente, atractivos para la vivienda, seguros, y muy bonitos. La manía de decir que el patrimonio de Guadalajara ya casi no existe es, además de miope, altamente dañina. Y, digámoslo: simplemente estúpida.

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Y así se podría continuar: ¿Qué otra ciudad tiene una maravilla como la Barranca de Oblatos inmediatamente contigua? ¿Cuál tiene un bosque de 35,000 hectáreas junto, como el de la Primavera? ¿Cuál tiene una herencia de arquitectura del siglo XX como Guadalajara? ¿Cuál tiene tal cantidad de experiencia y talento (desaprovechados)? Y un largo etcétera.

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Esto es el reto de nuestras vidas. ¿Seremos, sociedad y autoridades, capaces de salir de la mediocridad, de la infelicidad y darnos a nosotros mismos, a las futuras generaciones, la digna ciudad que necesitamos con urgencia?

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jpalomar@informador.com.mx

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