Lunes, 13 de Enero 2025

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Burla

Por: Jaime García Elías

Burla

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Nada compitió, en lo que a relevancia informativa respecta, con ese episodio: ni las giras del Presidente Peña Nieto por varios países del mundo ancho y ajeno, porque el bombo propagandístico con que se esmeró en envolverlas el aparato gubernamental no ayudó gran cosa a que la opinión pública las aceptara como hitos trascendentales —ni para la nación… ni, mucho menos, para el mundo—, ni los escándalos palaciegos que en mayor o menor medida salpicaron al Primer Mandatario y restaron puntos en sus índices de aceptación ante los gobernados; ni los pretendidos “avances” en la investigación del “Caso Ayotzinapa”, porque las principales incógnitas del mismo siguen casi tan vigentes como el primer día; ni la supuesta noticia amable del año: la baja de los precios de los hidrocarburos, porque el ciudadano común, más que la esperanza de que sea la primera de una serie de buenas noticias en el aspecto económico, alimenta el temor de que sea una ilusión pasajera, cuando no el masaje con el algodoncito empapado en alcohol, que precede a una inyección de penicilina particularmente dolorosa.

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La fuga del “Chapo” Guzmán estuvo acompañada, desde el primer momento, de tres lecturas…

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La primera fue la cuchufleta; la percepción de que se trataba de una burla de un delincuente astuto, escurridizo y —merced a su poder económico— prácticamente invencible; la confirmación de los pronósticos que surgieron desde su detención, en abril del año anterior, en el sentido de que volvería a fugarse más tarde o más temprano. La segunda fue la enésima, rotunda, irrefutable prueba de que el narco se convirtió en la industria más boyante en este país. La tercera, que, no obstante las reiterativas informaciones en el sentido de que las “acciones coordinadas” de las autoridades que han culminado en la detención (“sin un solo disparo”, además) de prominentes cabecillas de la delincuencia organizada, han repercutido en sendos “golpes mortales” para la misma, el ciudadano común se resiste a comulgar con esa rueda de molino, porque constata que la inseguridad y la violencia siguen a la orden del día.

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La incompetencia de la autoridad (o la insuficiencia de sus esfuerzos) para abatir de manera significativa los índices delictivos, demuestra, un día sí y el siguiente también, que la astucia de los malandrines y la proclividad a la corrupción de quienes deberían combatirlos, crecen a la par… Algo que lleva al ciudadano común a recordar continuamente la vieja cuarteta: “Llegaron los sarracenos / y nos molieron a palos, / que Dios ayuda a los buenos… / cuando son más que los malos”.  

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