Miércoles, 22 de Enero 2025

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Bloqueos, la vida

Por: Guadalupe Morfín

Por fortuna, no sólo de bloqueos vive el hombre (ni la mujer), ni de emboscadas o confusiones en carreteras, contra camionetas blindadas o de redilas. Tampoco se vive sólo de fallos de tribunales que nos alumbren (eso esperamos; “esperábamos”, dijo el otro) el camino sobre lo que significa una elección llevada por la buena, legítima, al menos para dejar iluminada la ruta de lo que urge corregir en la construcción de nuestra democracia. No podemos vivir de eso, por justa y pedagógica que fuera (“sueñas”, dijo la otra) la resolución electoral, pero tampoco dejarlo de lado, porque estamos hablando de la dura realidad que va siendo parte de esta vida entretejida, en Jalisco, en México, en esta tierra nuestra.

De bloqueos hay que decir que —igual a como sucede en vuelos de avión donde de pronto se sufre un zangoloteo mayúsculo que tumba de las manos el libro, y de la cara los anteojos, mientras los niños de atrás gritan y las muchachas palidecen—, ayuda la sosegada voz del capitán o alguien de la tripulación diciendo: “Tranquilos, no es nada; es una turbulencia pasajera causada por una tormenta típica del verano en estas regiones, para la cual hay medidas de prudencia, como sujetarse bien a sus asientos y cuidar que el café caliente no los salpique, y además tenemos sistema de apartarrayos en esta unidad.” Pero no hubo en los recientes bloqueos del sábado 25 y domingo 26 de agosto en Jalisco ni piloto ni tripulación con esa pronta voz que nos dirigiera ese mensaje tranquilizador. Con buena intención sin duda, el secretario de Seguridad Pública del Estado nos lanzó un: “Fue un operativo federal del cual no tenemos mayores datos.” ¡Gulp! Ante una declaración así a varias horas de iniciados los que sumaron 28 bloqueos, algunos con quema de vehículos, con un muerto sabido, ignoramos cuántos heridos, si los hubo, cabe el reinado de las suposiciones: ¿Si no les avisaron los de allá (federales) es porque no les tienen confianza a los de aquí? ¿O hay dudas de su capacidad técnica? Si los estiman tanto que no los quisieron poner en riesgo, tampoco les permitieron prepararse con anticipación. Cabe preguntarse además si entre los locales se tendrán confianza, o si la habrá entre los distintos cuerpos de seguridad federales. Apunta a que no la hay el episodio de la desdichada camioneta diplomática en la carretera de Tres Marías.

Pero la vida no es sólo bloqueos, confusiones o fallos electorales. Por eso quería hablarles de la hermosa acequia que va del Museo de Antropología al Museo Rufino Tamayo, en el DF, y de la luz que sale de los cuadros del pintor, y de mi gratitud por buena parte de esta sociedad, dispuesta a no dejarse entrampar, y sí a crear belleza y justicia (imposible lo uno sin lo otro), y a habitar calles y plazas civilizadamente. A crear concordia en medio de la diferencia.

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