Ya es cuestión de tiempo; pudiera ser que esta misma semana la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), declare la inconstitucionalidad del artículo 260 del Código Civil del Estado de Jalisco: el mismo que pretendió “blindar”, en su momento —por cuenta de alguna de las administraciones panistas que pasaron por el Gobierno del Estado—, el concepto tradicional del matrimonio, al limitarlo a la unión de “un hombre y una mujer”.La Corte, a propuesta del ministro José Ramón Cosío, ya declaró procedente la impugnación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, por considerar que la limitación planteada por el Código de referencia “es discriminatoria en razón de la preferencia sexual, en detrimento de las parejas del mismo sexo que quieran formalizar sus uniones ante las autoridades”.*El tema, por su propia naturaleza, es polémico. El sábado pasado, sin ir más lejos, el Papa Francisco se pronunció, si no específicamente sobre el tema que se ventila en México, sí, genéricamente, acerca de la tendencia creciente de las legislaciones, en todo el mundo, a aceptar los que erróneamente ha dado en llamarse “matrimonios gay” u “homosexuales”…Deseoso de “despejar toda confusión con respecto a las uniones” —y a reserva del contenido de la “exhortación apostólica” que previsiblemente emitirá sobre el tema en marzo próximo— el pontífice pretendió poner, desde la perspectiva de la Iglesia Católica, los puntos sobre las íes. Planteó que “el matrimonio indisoluble, unido para procrear (…) forma parte del sueño de Dios, para salvar a la humanidad”. Eludió, empero, el derecho que la generalidad de las modernas legislaciones concede a las personas, de optar por un tipo de unión que no necesariamente tiene como propósito primordial la procreación —biológicamente imposible en los matrimonios “igualitarios”—… pero tampoco la genitalidad.*El moderno concepto de matrimonio es discutible desde el punto de vista semántico, porque si no tiende a la procreación (es decir, a la maternidad), el vocablo no le queda a la medida. En cambio, es incuestionable que, en la medida en que permite y propicia el cumplimiento de los demás propósitos de la unión conyugal —la mutua ayuda, por ejemplo—, perfectamente puede ser irreprochable. (Claro ejemplo de ello, la unión de José y María, en la que ésta, al optar libre y deliberadamente por la castidad —según los evangelios—, renuncia a la maternidad: algo que no invalida el matrimonio, como lo demuestra que Jesús —según los mismos evangelios— nació “bajo la ley”).Menos mal que el Papa se pronuncia también porque la Iglesia mantenga “una mirada de compasión” ante quienes viven —según él— “en un estado objetivo (¿?) de error…”.