El fin de semana (3 y 4 de junio) acapararon la atención general las elecciones en varios estados, principalmente el Estado de México. Pero pasada la fiebre del tema, hay oportunidad para un asunto de importancia: el presidente municipal de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez, utilizó un evento de entrega de obra pública para exhibir algunos de sus rasgos personales más negativos.En una alocución completamente fuera de tono, el alcalde aseguró que él, no nadie más, permitió que avanzara la reforma electoral de Jalisco, particularmente la parte que reduce el presupuesto a los partidos políticos. Además, rechazó la crítica que surge de los medios de comunicación —al menos nombró a tres impresos locales y aseguró que son basura—, y desacreditó totalmente al diputado independiente Pedro Kumamoto (“este muchacho”, dijo, “engañado por el gobernador”), erigiéndose a sí mismo como “la última esperanza” de cambio y mejoría en Guadalajara y Jalisco. Nada menos.Hay mucha tela de dónde cortar, y aunque Enrique Alfaro es totalmente criticable por lo que dijo —porque no fue en tono de broma, sino muy seriamente— hay que recordar porqué es importante: el actual presidente municipal no es un alcalde más, no. Se trata del líder (casi dueño, a juzgar por lo que él considera) de la fuerza política con mayor proyección para las elecciones de 2018. Más que probablemente será gobernador de Jalisco, y si ésta es su visión de las cosas, hay mucho porqué preocuparse.De inicio: él afirma que con una llamada telefónica ordenó que en el Congreso se votara a favor de la iniciativa “sin voto no hay dinero”, del “muchacho” Kumamoto, porque la reforma ya estaba muerta. En su propia expresión: “eso no lo dicen los medios, son cosas de la política”. En síntesis, Alfaro manda. No importa quiénes sean los diputados de Movimiento Ciudadano (MC), ni pesa tampoco la tarea del coordinador Ismael del Toro. Ni tampoco tiene relevancia la propuesta y el esfuerzo de Kumamoto; sólo su voluntad cuenta.Después: ¿Los medios de comunicación son basura porque lo critican? ¿Están vendidos? Alfaro mismo admitió que “sí hay periodistas serios”. ¿Quiénes? ¿Los que él decide? La crítica es de ida y vuelta. Así como no debe aceptarse como dogma la palabra del alcalde, él tampoco está obligado a admitir como válidas todas las críticas. Pero la descalificación, el rechazo a priori, la manipulación del discurso ante la ciudadanía para hacer ver a los medios como enemigos, no es válido ni tampoco democrático.Alfaro cuestionó: ¿Qué han hecho (los medios) para mejorar la ciudad? Bueno... el periodismo y la comunicación no pavimentan calles ni levantan puentes; tampoco concesionan tareas del municipio. Esa es tarea, justamente, del gobierno. De él, como presidente municipal. Y si su administración es presuntamente mejor que las anteriores, ni los medios de comunicación ni los habitantes de la ciudad están obligados a tender alfombras a su paso y tocar fanfarrias cada vez que aparezca. Mejorar la administración fue su oferta de campaña. Él pidió ser alcalde; nadie lo obligo. Si cumple con su deber, tanto mejor.El tema no se agota, pero tampoco es interesante dedicar tanto a un asunto apoyado en el absurdo. Pero, ¿él es la última esperanza? Alguien entre sus asesores debe atreverse y decirle al alcalde, incluso por salud, que mucho después de él, Guadalajara y Jalisco seguirán estando en el mismo sitio, y con suerte, en mejores condiciones que las actuales.
