Viernes, 29 de Marzo 2024
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32 años después, el temblor

Por: Ivabelle Arroyo

32 años después, el temblor

32 años después, el temblor

Ahora vivo en la colonia Roma. Desde ahí intento mirar hacia el mundo, hacia Jalisco, y hacia el país, para registrar la vida pública en el ejercicio de mi profesión. Hoy, sin embargo, me toca mirar hacia la Roma desde afuera. No sé si mi departamento está intacto. Sé que mis amigos están a salvo, pero también sé que hay vidas perdidas, sé que hay patrimonios destruidos y sé que el área en la que hago mi vida es hoy una zona de desastre.

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Lo veo a lo lejos y me asusta, pero también me enorgullece la actitud de mis vecinos y de los capitalinos en general. 32 años después del terremoto que marcó la infancia de muchos de ellos, los capitalinos salieron en desbandada a ayudar.

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En desorden, de piedra en piedra, trajeados o en shorts, se pueden ver personas por centenas ayudando en los edificios colapsados. Una veintena, sin dirección alguna, en organización espontánea, levantando una estructura de metal cerca de la plaza Río de Janeiro. Centenas en la escuela Enrique Rebsamen, en el Sur, tratando de sacar a los niños que quedaron atrapados. Un par, en las redes, ofreciendo grúas de su propiedad, con brazos de 15 metros de altura, para lo que se necesite. Y miles, de verdad miles, usando las redes con responsabilidad para retuitear información útil. Se pueden encontrar cosas como: “se necesitan cubetas en tal esquina”, “se rescató a la señora tal de este edificio”, “mi contraseña de infinitum móvil es la siguiente”, “traigo carro y estoy en el cuadrante tal”, “ya no vayan al edificio x, ya hay mucha gente y empiezan a obstaculizar”, “abran sus redes caseras de wifi”, “el niño Juan busca a su padre Pedro”, “recibo gente en mi casa para dormir el día de hoy”, “banda, hagan paro, amigos de Colima buscan al inge M, retuiteen (y miles de retuits), “estoy dando vueltas en la moto por la Roma, ¿necesitan que pase a revisar algo?”, “las grietas peligrosas se ven así —dibujo—. Atte, ingeniero”, “si andan en tal zona y quieren usar el baño o tomar agua, pasen a este foro”, “llevo agua y barritas en bici a donde me indiquen”, “compas, no usen el auto, caminen y usen la bici para no saturar las calles”, “somos una brigada de expertos, ponte pantalones, trae una linterna y agua y alcánzanos en el parque tal”.

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La sociedad volcada. No dudo que al rato, que mañana, encontremos agujeros en esta solidaridad, estemos enfurecidos porque el gobierno capitalino no hizo lo suficiente, y culpemos de algo al Gobierno federal. Pero todo lo que dejen de hacer y todo lo que puedan hacer bien, palidece frente a la organización civil que ahora, en el siglo 21, tiene Google (ya hay un mapeo colaborativo de daños), Facebook (se puede saber quién está bien sin saturar las líneas), Twitter (para mandar los mensajes que ya enlisté) y WhatsApp (ahora sí sirvieron los chats colectivos).

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Hoy las redes sociales mostraron su potencial porque los capitalinos mostraron el corazón. 

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