Domingo, 12 de Enero 2025

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* Refuerzos

Por: Jaime García Elías

* Refuerzos

* Refuerzos

De los jugadores que Guadalajara y Atlas incorporaron a sus planteles, como caras nuevas, para el Torneo de Clausura que el próximo fin de semana se pone en marcha, hay dos –uno en cada campamento— que llegaron, en teoría, en calidad de figurones: Carlos “Gullit” Peña para el “Rebaño Sagrado”, y Rafael Márquez para los rojinegros.
Los más entusiastas seguidores de los históricos cuadros tapatíos ven en ellos a sendos catalizadores, capaces de transformar en verdaderos protagonistas del campeonato a esos equipos que en los últimos tiempos se han limitado a ser relleno del pastel. Ven en ellos, en fin, si no la promesa de conquistarlo, sí, al menos, la esperanza de disputar el título.

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Peña ha sido, desde que apareció con el León —campeón en la Liga de ascenso y bicampeón en el circuito grande—, uno de los mejores jugadores mexicanos de las generaciones más recientes. Dinámico, creativo, talentoso, integró, al lado del “Chapo” Montes y del “Gallito” Vázquez, una de las líneas de volantes más versátiles, eficientes, brillantes y temibles del circuito. Extraña, de hecho, que, mostrando tanto o más talento futbolístico que otros jugadores mexicanos que se convirtieron en material de exportación —Layún, Herrera, Fabián o los hermanos Dos Santos, para dar el santo y seña—, no tuviera (que se supiera, al menos) ofertas para llevárselo a Europa.
Futbol, pues, Peña tiene de sobra. Lo que está por verse es si en el Guadalajara, donde tantos jugadores talentosos, lejos de dar cima a su carrera, se han perdido —y no tanto, como dicen, porque la camiseta rayada pese, sino porque se vuelven conformistas—, el “Gullit” se convierte en la honrosa excepción que confirma esa regla.

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En cuanto a Márquez —compañero de Peña, por cierto en una de las referidas campañas que el León coronó con el título—, el temor de quienes se reservan el derecho a echar a vuelo las campanas para cuando haya argumentos sólidos y no sólo buenos deseos para hacerlo, se centra en el hecho de que Rafael ya es un ilustre veterano… y en la desconfianza de que en León, antes de la malhadada aventura del año pasado con el Hellas Verona de Italia, se hubiera producido el canto del cisne: el último episodio verdaderamente digno de mención, de una carrera que hoy tiene, por razones obvias, más pasado que futuro.

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