Miércoles, 24 de Abril 2024

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* Miloc

Por: Jaime García Elías

* Miloc

* Miloc

Es probable que Carlos Miloc decidiera morir el sábado a las tres de la tarde, como de hecho ocurrió, para ahorrarse la agonía de un Tigres-Morelia para el que su pronóstico ideal era irrealizable: que ganaran los dos. Es probable que si hubiera acertado a prever que el partido tendría el desenlace salomónico que de hecho tuvo, algo hubiera hecho para quedarse otro rato en el mundo de los vivos.

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Varios años antes de su muerte física, Carlos ya se había retirado de las canchas. La edad ya era un factor adverso; la salud, otro. Pero, además, Carlos ya había hecho prácticamente todo lo que podía hacer un hombre que ganó títulos, que ganó prestigio y que ganó aprecios incontables.

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Sus títulos, como jugador y como técnico, fueron escasos —los principales, los dos de Liga conquistados con los Tigres— porque a lo largo de su carrera se vinculó más con equipos modestos que con planteles ambiciosos, y porque con estos últimos —los Guadalajara, “Tecos” y América— la suerte le fue esquiva.

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Miloc, aun retirado físicamente de las canchas, no dejó de ser “hombre de futbol”. Las relaciones que cultivó y el prestigio que labró por su agudeza para ver puntos finos del deporte que pasaban inadvertidos para el común de los observadores, lo mantuvieron vigente.

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Aunque no se trataba de un filósofo del futbol, ni era, en rigor, pájaro de la misma pluma de los Cruyff, Menotti o Valdano, Carlos siempre tenía una observación inteligente en la punta de la lengua cuando se le invitaba a hacer algún comentario, y siempre la ponía a la disposición de quien se la solicitaba. Ni asumía poses de oráculo, ni tenía complejos de “vaca sagrada”. Hablaba de futbol con la misma naturalidad con que se respira. Llevaba al deporte en la sangre. Había sido esa su vocación… Si no fue un crack en las canchas, sí fue un jugador honesto. Si no fue, como técnico, “vendedor de versos” como tantos que hay en el medio, sí fue, en los muchos equipos por los que pasó, un entrenador que se ganó el respeto y el afecto de los jugadores, a los que solía motivar para que dieran siempre lo mejor de sí mismos.

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Por su calidad humana, por su don de gentes, Carlos dejó honda huella de su paso en el futbol mexicano. Descanse en paz.

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