Miércoles, 24 de Abril 2024

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* Legión extranjera

Por: Jaime García Elías

* Legión extranjera

* Legión extranjera

Si, apoyado en el más reciente botón de muestra, el observador repara en que en los nueve partidos de la segunda jornada del Torneo de Clausura intervinieron 132 jugadores nacidos en México y 120 no nacidos en México, habrá que señalar que la aseveración de Carlos Salcido —difundida, ayer, por varios medios—, de que vendrán tiempos difíciles para los encargados de dar forma a las selecciones nacionales, y, sobre todo, para quienes asuman la responsabilidad de salir por los fueros del futbol mexicano en competencias internacionales, tiene lógica…

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La misma lógica —permítase la analogía— de quien observa desde un avión la trayectoria de dos barcos en el océano, y advierte que “si uno de los dos, al menos, no enmienda el rumbo… van a chocar”.

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No se discute que la presencia de jugadores extranjeros en un espectáculo como el futbol profesional —valga el lugar común— “aquí y en China”, es inevitable. Que fenómenos como el del Guadalajara, que se aferra con uñas y dientes a la línea nacionalista, tan válidos y plausibles como se quiera, aportan a la Liga un elemento meramente anecdótico.

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Desde el punto de vista del espectáculo —reiterémoslo—, que los Tigres hayan incorporado a Gignac a su plantel o el Cruz Azul a Cauteruccio, es, para sus simpatizantes y para todos los espectadores de la Liga, tan atractivo como los esfuerzos que en su momento realizaron el Barcelona para contratar a Messi o el Real Madrid para hacer lo propio con Ronaldo.

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Por lo demás, es exactamente lo mismo que hacen todos los grandes equipos ingleses, alemanes, italianos, holandeses, etc.

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Tiempos hubo —tiempos recientes, dicho sea de paso— en que la reglamentación del futbol mexicano fijaba una limitación que se antojaba razonable: tres jugadores extranjeros en la alineación, como máximo, por equipo…

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El desgarriate comenzó cuando se decidió, con apego a las leyes generales del país, dar a los futbolistas naturalizados el mismo estatus que a los nacidos en México, con la consiguiente avalancha de procesos para otorgar la nacionalidad mexicana a innumerables jugadores, y llegó a su culmen con la disparatada regla 10/8, que abrió la puerta a la que se ha convertido en abusiva práctica común de Monterrey, América y varios más.

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Es probable que, por ahora, gane el espectáculo. Pero es previsible que, al paso del tiempo, pierda el futbol mexicano propiamente dicho.

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