Miércoles, 22 de Enero 2025

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* Fantasmas

Por: Jaime García Elías

* Fantasmas

* Fantasmas

Para quienes creen en los fantasmas, se impone aclarar que el Estadio de Wembley en que se enfrentarán hoy las selecciones de México y Senegal, por el boleto a las semifinales del Torneo Olímpico de futbol, no es el mismo en que un Día de la Madre (10 de mayo de 1960), el Tri de entonces, con Nacho Trelles como técnico y Toño Mota como arquero (fue una de las pocas veces en que “el eterno” Antonio Carbajal tuvo un buen pretexto para no estar en el marco), fue vapuleado... por ocho a cero.

No precisamente por esa razón, sino porque ya era un vejestorio —aunque no por ello dejara de ser “La Catedral del Futbol Mundial”—, el Estadio de Wembley fue demolido y reconstruido totalmente.

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Bien... Ahora que, si de fantasmas se trata, hay otro buen (mejor dicho: mal) pretexto para evocarlos...

México, según los expertos, es favorito para superar a Senegal, hoy, y acceder al selecto “pókar” de ases del que saldrán los medallistas. Si el pronóstico se cumple, al igual que el que hace a Japón (verdugo de España en la primera ronda) favorito sobre Egipto, el Tri, en semifinales, se enfrentaría a los nipones. Y es ahí donde los fantasmas aparecen en escena...

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En 1968, cuando México fue sede de los Juegos de los XIX Olímpicos, con la deliberada intención de buscar la medalla de oro en el deporte más popular en este país, se armó una Selección integrada exclusivamente por profesionales, en una época en que se privilegiaba más el amateurismo que en el presente. Aquella escuadra, truculenta y ventajosamente confeccionada, llegó a semifinales. Ya ahí, perdió ante Bulgaria, que perdería la Final ante Hungría.

Resignados a disputar el bronce, como premio de consolación, los mexicanos dieron por hecha la conquista, porque el rival era Japón... Un respetable colega y entrañable amigo (Nemesio Rivera Linares, qepd), aventuró un pronóstico:

—A correr, nunca les vamos a ganar a los japoneses.

Sin embargo, no todo fue correr, que el futbol implica muchas cosas. Entre ellas, meter goles. Y como los nipones tenían en su alineación a un atacante —un tal Kamamoto— que se movía en el área como pez en el agua, el resultado del encuentro fue este: México, 0; Japón, 3 (todos de Kamamoto).

Un diario capitalino reseñó así la historia: “Fue la medalla de los cojines”.

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