Otra vez la burra al trigo: que si Maradona, que si Messi, que si Cristiano Ronaldo... Se trata de las dos versiones, fastidiosas ya, del viejo cuento. La primera: ¿quién ha sido el mejor futbolista de todos los tiempos...? La segunda: ¿quién es el mejor de los actuales...? * Decía alguna vez don Isidro Lángara —figura del futbol español y figurísima del España, precursor del profesionalismo del futbol en México— que esas disquisiciones entre las diferencias entre el futbol de antes y el de ahora, y las correspondientes a si Juan es mejor jugador que Pedro o viceversa, son formas entretenidas de perder el tiempo. Entretenidas... e inútiles. Porque, al final de cuentas, es como cuando se discute si fue penalty, o si había fuera de lugar, o si el árbitro (ese “buen ladrón crucificado en medio de dos cristos”, como lo llamó Armando Nogueira) se equivocó o estuvo en lo justo cuando tomó la decisión con que se escribió la historia del partido del que más se habla: ¿quién, que haya dicho “blanco”, va a decir “negro” al cabo de la historia...? En futbol —pruebas realizadas en la NASA con ratones de laboratorio lo demuestran—, cada quien se muere en su raya. En las polémicas relacionadas con estas disciplinas, el adversario ideológico jamás tiene la razón... ¿Está claro...?: ¡jamás...! * Dice Pelé —“palabra de Rey”— que Diego Maradona no merece los elogios que se le dedican, “porque sólo tenía una pierna —la izquierda— y porque cabeceaba mal”. Lionel Messi, por lo consiguiente, tampoco. ¿No será al revés...? ¿No será mayor mérito de Maradona y Messi hacer lo que hizo el primero y lo que hace el segundo; haber sido uno y ser el otro tan irresistibles en la cancha, a pesar de la supuesta limitación de tener sólo una pierna, y porque, en efecto, ni Diego cabeceaba ni Lionel cabecea ni en velorios...? Vaya: es como poner en entredicho la trascendencia de Orozco como muralista o la calidad de Cervantes como escritor, por el hecho de que ambos hayan sido mancos. * Menos mal que la declaración de Pelé —tan autorizada como se quiera... y tan respetable como la del más necio de los villamelones en esta materia— es una opinión; no artículo de fe que deba aceptarse, más por miedo que por convicción, a ciegas.