Miércoles, 24 de Abril 2024

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* Campañas

Por: Jaime García Elías

* Campañas

* Campañas

Tiene razón Matías Almeyda: los medios son poderosos; una campaña orquestada a través de ellos —como la de endosarle la factura de la mediocre campaña del Guadalajara en la recta final del Torneo de Apertura y en las tres jornadas del de Clausura cumplidas hasta ahora—, pudiera costarle la chamba.

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Entiéndase: no es que los medios, por sí mismos, tengan la posibilidad de decidir el cese de un entrenador. Sí es que, de generarse una corriente en contra del técnico, a fuerza de insistir en que una sucesión de resultados decepcionantes no está en concordancia con la supuesta capacidad del plantel de que dispone, la consecuencia suele ser una presión sicológica de eso que llaman “opinión  pública”, no sólo contra el infeliz que funge como pararrayos de las fallas de sus propios jugadores y de los famosos “imponderables del futbol”... sino contra el plantel en pleno.

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Ni Almeyda era un mago capaz de sacar agua de las piedras cuando llegó al Guadalajara, ni Chepo de la Torre —su predecesor— era un incompetente, como se pretendía cuando las voces a favor de su destitución se convirtieron en coro multitudinario...
El buen entrenador que llegó, prestigioso por los resultados de los equipos a los que dirigió anteriormente, convincente por la claridad de sus ideas, por la pertinencia de sus métodos y por el profesionalismo de sus colaboradores, no se convirtió en un vendedor de saliva endulzada a la vuelta de unos días.
Lo que sucedió, muy probablemente, fue que los primeros resultados (positivos, recuérdese) fueron la consecuencia lógica del alivio que representó la salida de Chepo... una vez que los aficionados recogieron el sentir --no necesariamente bien fundamentado ni correctamente argumentado-- de los medios.

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De hecho, aunque es muy común que los jugadores asuman públicamente actitudes orientadas a descargar a su entrenador de la exclusiva en la responsabilidad por los malos resultados —fue el caso de los rayados con respecto a Chepo—, también sucede que los jugadores, lejos de intensificar el esfuerzo para superar las crisis, tiendan a bajar la guardia al encontrar en la presión de los medios en contra de su técnico, la excusa de sus propios desaciertos y negligencias.
Gente de futbol como es, Matías Almeyda lo sabe: en este negocio, “Cuando el enfermo se muere, el médico (es decir, el técnico) es el culpable”.

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