Una vez que las barbas del vecino —por Daniel Bartolotta— vieron cortar, harán bien varios entrenadores de equipos de Primera División en poner las suyas a remojar. * Puesto que el cese del timonel del Puebla y la contratación de Daniel Guzmán para reemplazarlo sucedieron cuando apenas se han cumplido cinco jornadas del Torneo de Apertura, convendrá recordar que los dueños de equipos de futbol profesional no se distinguen precisamente por su paciencia... A ellos, sus timbres: si hay resultados, el técnico puede dormir (relativamente) tranquilo; si no, los responsables de los equipos que se tambalean desde el arranque de la campaña, harán bien en entender que están sentados en un barril de pólvora con la mecha encendida... con la desventaja de que ellos mismos —los técnicos— ignoran qué tan larga sea la dichosa mecha. * Por lógica, los entrenadores de los equipos más rezagados en los tabuladores —la clasificación general, de la que saldrán los ocho protagonistas del verdadero campeonato (la “Liguilla”), y la de los coeficientes, de la que saldrá el equipo que deberá desterrarse, por un año (¡si bien le va...!), en el Purgatorio de la División de Ascenso— son los más seriamente amenazados. El “Profe” José Luis Cruz, de Jaguares; Carlos de los Cobos, de Querétaro, y José Luis Trejo, de San Luis, están, pues —y ellos, conocedores de las reglas (no escritas) del juego, son los primeros en saberlo—, en la antesala del pabellón de los condenados a muerte. En menor medida, pero obligado a tomar la precaución de dormir con un solo ojo mientras no aparezcan los primeros indicios nítidos de que su equipo empieza a funcionar como se supone que está obligado a hacerlo por la fama de las “caras nuevas” que incorporó al plantel, estaría (con todo y pena)... Juan Carlos Chávez. * Los casos de Víctor Manuel Vucetich (Monterrey), John van’t Schip (Guadalajara) y Hugo Sánchez (Pachuca) son diferentes: el primero, porque la experiencia enseña que los rayados tienen plantel para enderezar el vuelo; los otros dos, porque sus directivos hicieron planes a largo plazo con ellos. Chávez, en cambio, porque el Atlas ni tiene resultados ni da señales que puedan interpretarse como promesas de que en breve empezará a conseguirlos, sabe que está precariamente agarrado de la brocha... y con grave riesgo de que cualquier chico rato le saquen la escalera.