Una de las mejores frases —compendio, se diría, de las buenas intenciones que lo animaban— del gobernador Emilio González Márquez, al asumir el cargo que está en vías de dejar, fue ésta (palabras más, palabras menos): “No venimos a medrar con el puesto; venimos a trascender”. (Trascender, en el caso, equivaldría a realizar acciones que tengan consecuencias positivas para la sociedad, a mediano o largo plazo. En pocas palabras, dejar huella). -II- La semana pasada, cuando la cuenta regresiva de los días que faltan para que la administración actual entregue la estafeta venía en el 200, aproximadamente, trascendió —puesto que de trascender hablamos— que “el Gobierno” decidió “reconvertir” (eufemismo por “cerrar”) un Centro de Terapias Especiales para Infantes, cuya función se explica por sí misma. En dicho centro, ubicado en las calles de Amado Nervo, que desde su creación ha operado bajo los auspicios del Instituto Jalisciense de Asistencia Social (IJAS), se atendía a 120 niños que, por alguna forma de discapacidad o por problemas de conducta, requieren, precisamente, atención especial. El pretexto para el cierre del Centro: la ley no indica, específicamente, que crear y mantener en funcionamiento unidades de ese tipo sea función del IJAS. Para no dar el portazo en las narices a los niños (y a sus padres), se les ofreció reacomodarlos en organismos similares, que funcionan por cuenta de la iniciativa privada... En la teoría, muy bien. En la práctica, vil retórica: los organismos similares están saturados, o sus cuotas son inaccesibles para quienes acudían al Centro en vías de cerrarse. -III- Para no hacer el cuento largo: si algo queda del buen deseo de “trascender” que animaba al gobernador el día de su toma de posesión, ¿no sería posible, sin necesidad de modificar la ley, legalizar la vinculación del Centro de Terapias Especiales para Infantes con el IJAS —y asegurar, de paso, que siga operando—, mediante el expeditivo plumazo de un decreto...? Total, si el pretexto para cerrarlo era la falta de recursos, la experiencia de esta misma administración, sobradamente demostrada, es que si ha tenido la imaginación para hacer legales los montones de donativos irresponsables y gastos en trivialidades que ha realizado, perfectamente la puede tener para justificar los gastos que implique mantener una obra (¡ésta sí...!) trascendental —para la vida de muchos niños— en toda la extensión de la palabra. ¡Vaya: hasta por vanidad, para que se diga algo bueno de este Gobierno...!
