En sus años de esplendor como atleta, nunca se supo que Ana Gabriela Guevara hiciera alguna vez el “oso” de presentarse en la alberca en vez de hacerlo en la pista. Ya dirán sus biógrafos si queda como mera anécdota haberse puesto los zapatos al revés para el primer día del que —si el buen Dios ayuda y los amuletos que le habrán suministrado sus familiares y amigos funcionan— pasará a la historia como el primero de una carrera, en el fangoso terreno de la política, tan brillante como la que protagonizó en el tartán... o si, como dicen las malas lenguas, fue una prueba fehaciente de que “La Gacela Sonorense” es una improvisada en su nuevo oficio. -II- Si la nota emotiva en el primer día de labores de la LXII Legislatura fue la bienvenida que se dio al ex secretario de Educación, Alonso Lujambio, visiblemente deteriorado en lo físico por la batalla que ha librado contra el cáncer, pero entero, en lo anímico —según sus palabras— para ejercer como senador, la nota chusca la dio Ana Gabriela, flamante senadora también, al presentarse a checar tarjeta... en la Cámara de Diputados. No es el primer caso, en la historia de México, de personajes que adquirieron celebridad en el ámbito del deporte y hacen el salto mortal hacia la política. Lo hacen sin red protectora abajo: sin preparación; sin una experiencia de vida que avale su capacidad para las importantes, delicadas, trascendentales tareas correspondientes a los miembros del Poder Legislativo; sin más mérito, en suma, que haberse granjeado la simpatía de quienes reparten discrecionalmente puestos “de elección popular” para los que no se requiere haber demostrado capacidad, ni hacer campaña, ni pronunciar discursos, ni nada... Boxeadores como el “Ratón” Macías y el “Púas” Olivares, verbigracia, dieron, en el pasado, el mal ejemplo. Y es que el oficio de la política tiene el encanto de que compensa el desprestigio que conlleva, con una “dieta” generosa. (Una acepción de la palabra “dieta” es la referente a la retribución económica que perciben los dizque “representantes populares”). -III- (Al margen del buen deseo de que Ana Gabriela, al paso del tiempo, tape bocas, y demuestre que como legisladora puede ser tan útil a la sociedad como lo fue en su faceta de deportista, no está de más la atenta petición de que alguien, en la Cámara de Senadores, le informe dónde está el baño de las damas).