Hay dos maneras de hacer las cosas. A saber: a) bien; b) mal... Y como dice el maestro Perogrullo, “Si las cosas salen bien, es porque se hicieron bien, y si salen mal... es porque se hicieron mal”. Botón de muestra: el “centro comercial” subterráneo de la Plaza Guadalajara. El ejemplo viene al caso —tangencialmente— por el anuncio que acaba de hacer el alcalde interino de Guadalajara, Francisco Ayón López, en el sentido de que, ahora sí, caiga quien caiga y hasta las últimas consecuencias, la autoridad actuará con energía, no con la “manga ancha” con que lo hizo —¡qué coincidencia!— en los meses previos a las elecciones, a partir del próximo lunes, para erradicar el comercio ambulante del Centro Histórico de la ciudad. “Queremos ver”, diría José Feliciano... -II- En tanto, se impone la reflexión: si las calles seudo-peatonales del primer cuadro degeneraron en tianguis infecto, con oferta a granel de baratijas y zarandajas (oficio honesto, dicho sea de paso), fue porque la “h.” autoridad municipal, en una administración precedente, pudiendo haber hecho las cosas bien, las hizo mal. El “centro comercial” subterráneo de la Plaza Guadalajara, al que se quiso remitir a los ambulantes que habían invadido las calles “peatonales”, se prometió de una manera... y se hizo de otra. Los vendedores de versos que hace pocos años despachaban en la Presidencia, vendieron a la sociedad —y a los mismos comerciantes— el proyecto de un verdadero oasis en pleno centro de la ciudad (¡frente a la Catedral y el Palacio Municipal, nada menos!), con venta de dulces y artesanías (las chufas, escamochas, jericallas y “borrachitos”, plausibles tarjetas de presentación de la gastronomía tapatía), la correspondiente cafetería y fuente de sodas, y eventualmente algún restaurante con pozole, sopes, “flautas” y enchiladas en la carta. El resultado fue un pasadizo atestado de cuchitriles; carente, en absoluto, de atractivos para el turista y para el lugareño. -III- El rescate de ese espacio privilegiado, por un lado, y la solución —parcial, al menos— del problema del ambulantaje, sin perjuicio de que la autoridad municipal haga efectiva la “protesta” de cumplir y hacer cumplir la ley, incluida la prohibición expresa de practicar (y consentir) el comercio en la vía pública en el primer cuadro de la ciudad, aún es posible... en teoría. Tan fácil como hacer bien —ahora sí— lo que en la intentona anterior (como lo demuestra la experiencia) se hizo mal.