¿Qué sigue...? ¿Qué tendría que suceder ahora para que México recomponga su maltrecha imagen, recupere la respetabilidad y el prestigio que quizá tuvo alguna vez en temas relacionados con la aplicación de la justicia, y para que lave la afrenta —como la llamó el Presidente Peña Nieto— que significó la segunda fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán de otra de las cárceles dizque “de máxima seguridad” que se han construido en el país para librar a la sociedad (“según San Lucas”) de las fechorías de los delincuentes más connotados...?-II-El oprobio fue evidente. La prensa internacional se ensañó con “el sistema” político, judicial y penitenciario de un país en que la cizaña del narcotráfico ha crecido brutalmente y se ha ramificado de manera exponencial de unos años a esta parte. Dicho sistema fue burlado nuevamente, en buena medida por la escandalosa ineficacia de sus mecanismos y la incompetencia de los encargados de manejarlos (la noticia fue pretexto para que los medios recordaran que la impunidad alcanza niveles de “al menos 98%” de los delitos que se cometen en el país), pero principalmente, en el caso, por la complicidad y los sofisticados, probados, impecablemente aceitados mecanismos de corrupción que necesariamente se activaron y que funcionaron como maquinaria de relojería para que la fuga se produjera.A nivel nacional, las reacciones que la noticia generó pasaron rápidamente de la incredulidad inicial a la sorpresa y de ahí a la burla, sin pasar por la indignación: los mexicanos ya han visto esa película demasiadas veces.-III-Hay una sola manera de revertir el desprestigio que generó la noticia en detrimento no sólo del sistema sino de la hipótesis de que la corrupción es un componente esencial del ADN del mexicano: que se cumpla en un plazo razonable la encomienda que el Presidente Peña Nieto dio al Secretario de Gobernación y, por extensión, a todo el aparato de seguridad cuya eficacia está muy lejos de corresponder a lo que se invierte en su operación: reaprehender al “Chapo” (moderna versión de Robin Hood, Chucho el Roto y Fantomas); realizar las investigaciones que permitan conocer, sin excepción alguna, con nombre y apellido a los eficientes colaboradores y el detalle de su participación en la peliculesca escapatoria, y emitir las sentencias, verdaderamente ejemplares, a los actores de reparto de esta película —valga la redundancia— de la que aún se discute si el protagonista es “El Muchacho” o “El Villano”.