Ayer, en plena manifestación de los trabajadores del Seguro Popular, a la demanda de entrevistarse con el gobernador del Estado se les respondió —de la manera más atenta, eso sí— que era probable que el secretario de Salud los atendiera; que comprendieran que “El Señor Gobernador” (así, con mayúsculas) no podría hacerlo. El motivo: ofrecía, en Casa Jalisco, una comida al “Canelo” Álvarez.O sea, hay prioridades…-II-En la revista humorística estadounidense Mad había —¿o hay aún…?— una sección denominada “Scenes we’d like to see” (escenas que querríamos ver). La nota del primer párrafo invitaba a hacer, a manera de mero pasatiempo, un ejercicio de pizarrón: ¿qué habría sucedido si, enterado de que los trabajadores del Seguro Popular querían que los escuchara, el gobernador se hubiera disculpado con el “Canelo”, le hubiera sugerido una nueva fecha —antes o después de “la pelea del año” ante Floyd Mayweather— para el ágape, o hubiera designado a alguien para atenderlo en su representación, por considerar que la citada manifestación tenía más trascendencia social?Por supuesto, nadie soslaya que el “Canelo”, hoy, como antaño José Becerra, Kiko Bejines y tantos más, es un ídolo de los jaliscienses y un digno representante de Jalisco en el mundo del deporte. Nadie ignora que el combate en puerta es importantísimo… Sin embargo, bien pudiera ser que el propio “Canelo”, los invitados a la comilona, “la prensa especializada” —¡oh, sí…!— y el público en general entendieran que también tiene un peso específico significativo, en el aspecto social, el que, en efecto, se tomen medidas para garantizar, sí, la viabilidad financiera del Seguro Popular —la única vía de muchos, por cierto, para más o menos ejercer el Derecho a la Salud consagrado por las leyes—… pero para asegurar, también, el respeto a los derechos de los trabajadores (antigüedad, prestaciones, escalafón, plaza, estabilidad laboral…), seriamente amenazados, a su parecer, por la subcontratación a través del outsourcing.-III-Mero ejercicio de pizarrón como es, la respuesta a la pregunta de “¿Qué habría sucedido si…?”, dicho sin el mínimo afán de ser irreverentes, ni Dios la sabe. Lo más probable, como suele suceder, es que el gobernador, de todos modos, habría quedado mal. En vista de lo cual, cualquiera diría que resolvió criteriosamente su dilema de conciencia (si es que lo tuvo).Al fin de cuentas, ya se sabe que “las penas con pan son menos”. Y en gratas compañías, menos aún…