Jueves, 16 de Enero 2025

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- Fango

Por: Jaime García Elías

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El “mero Centro” de Guadalajara, la tarde del viernes, parecía de tarjeta postal: ni un solo automóvil a cientos de metros de la Catedral. Aunque ni Ripley lo crea, era el reino de Su Majestad el peatón, amo y señor absoluto de las calles...

El motivo: una manifestación, frente a la Presidencia Municipal, de vendedores ambulantes que interpretaron como una amenaza a sus garantías individuales y a sus derechos humanos más elementales el anuncio de la “h.” autoridad municipal en el sentido de que desde este lunes se aplicaría a rajatabla la norma que prohíbe expresamente el ejercicio de esa actividad en el primer cuadro de la ciudad.

-II-

El comercio ambulante en el Centro, en teoría, está prohibido; en la práctica, está tolerado. Centenares de ciudadanos lo han convertido en su “modus vivendi”, merced a la complacencia de la autoridad. Ésta aprieta o afloja las clavijas, generalmente, en función de los calendarios electorales: después de todo, cada vendedor agradecido es —vía de regla— un voto a favor del partido “gobernante”.

Ahora bien: puesto que el ambulantaje es un fenómeno social, por una parte, y, por otra, la antesala de la delincuencia, se entiende que tampoco es el caso de que la autoridad se limite a expulsar a los vendedores del Centro a latigazos, como hizo Jesús —según el evangelio— con los del Templo... Gobernar no consiste sólo en aplicar, “a saco”, la letra de la ley; gobernar significa muchas cosas más: guiar, dirigir, componer, arreglar; en suma, sumar esfuerzos y proveer medidas a favor del bien común. En el caso, buscar espacios adecuados y aglutinar voluntades para habilitarlos al efecto de que los comerciantes puedan ejercer con mejores perspectivas, incluso en su propio beneficio.

-III-

Ordenar el comercio no se reduce a tomar medidas drásticas para que el Centro de la ciudad se vea más bonito; implica encontrar fórmulas que mejoren la apariencia de las calles, sí..., pero, sobre todo, que propicien mejores condiciones de vida para sus habitantes. Para todos.

Hay ejemplos, y habrá que hablar de ellos, con la venia del lector amable. Por desgracia, quienes cobran por gobernar como si supieran (como si supieran gobernar, lo que está por verse; no como si supieran cobrar, lo que está sobradamente demostrado), o no tienen muy clara la idea de lo que significa gobernar, o suponen que hacerlo se reduce a aprender a nadar en el fango, como los hipopótamos o las ranas.
 

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