Cuando se decía, a principios del siglo, que la Presa de Arcediano —destinada, según eso, a resolver “durante los siguientes 25 años”, las necesidades de la Zona Metropolitana de Guadalajara en materia de abasto de agua— sería “la obra del sexenio”, se omitió un dato: no se puntualizó de cuál sexenio. Porque en los dos sexenios y dos tercios transcurridos desde entonces, lo único cierto es, primero, que se invirtieron –eufemismo por “gastaron sin ningún beneficio”— cientos de millones de pesos en “estudios de factibilidad” que concluyeron como El Parto de los Montes: “Después de tanto ruido, sólo viento”; y segundo, que “el supremo gobierno, que no se equivoca nunca” —que dijera Pito Pérez— decidió que era preferible construir otra presa (la de “El Purgatorio”) en Los Altos, para dotar de agua tanto a Guadalajara como a León y sus municipios conurbados.-II-De la obra “faraónica” que supuestamente se construiría en la Barranca de Huentitán, queda un solo testimonio: la remoción, piedra por piedra, de un puente colgante, añejo, prácticamente en desuso —o punto menos—, con la intención de acallar las iras de quienes defendían a gritos y sombrerazos su calidad de presunta reliquia histórica. (Esfuerzos e “inversiones”, pues, dignas de mejor causa…).Cuando se decía que la construcción de aquella presa —la de Arcediano— era “urgente”, “imperativa”, “impostergable”, etc., se aseveraba que el destino ya había alcanzado a la mancha urbana de Guadalajara; que, de hecho, había ya un déficit significativo en esa materia; que varias colonias periféricas carecían de ese servicio básico… y que, además, se arrastraba el problema creciente del envejecimiento, la obsolescencia y el consiguiente deterioro de las redes hidrosanitarias de la urbe.-III-Es paradójico, en esas condiciones, que mientras el susodicho “supremo gobierno…”, etc., anuncia la suspensión (“sine diae”, dicen los elegantes; por tiempo indefinido, en román paladino) de las obras de la presa de El Zapotillo, el ciudadano de a pie puede constatar, sin más trámite que hacer su vida ordinaria y circular por donde lo hace de ordinario, el monstruoso, incontenible crecimiento vertical de la ciudad. Los entendidos aseveran que es una opción más sensata que la del crecimiento vertical, considerando que la infraestructura para el abasto de agua –con todo y sus deficiencias, pero en fin...— ya existe.Los profanos, en tanto, siguen sin entender de dónde saldrá el agua que hará funcionar tantas regaderas y tantos sanitarios que se construyen por doquier…