Martes, 16 de Abril 2024
El sismo del pasado 19 de septiembre dejó 369 muertos en nueve entidades; en la Ciudad de México, fallecieron 228. SUN / ARCHIVO
México

A un mes del sismo, el dolor no termina y el miedo sigue

Miles de personas perdieron su casa y su patrimonio, otros no han podido regresar a sus casas por inspecciones pendientes, y todos esperan que el Gobierno cumpla sus promesas 

El Informador

La gente tiene miedo. Pero también está enojada por obstrucciones que levanta la burocracia y complica el vivir sin techo desde el 19 de septiembre. Los damnificados ya no interesan y se saben abandonados; les enoja recordar promesas que a un mes del sismo ya son cascajo.

En las áreas de derrumbes, los vecinos tienen rostros de dolor. Miran el vacío donde antes hubo edificio. Otros están impedidos de entrar a sus departamentos a tomar documentos y objetos de valor. Hay quienes duermen a ratos porque los sobresalta el temor.

Miles de residentes de la Ciudad de México no han podido regresar a sus viviendas un mes después del sismo de 7.1 grados que dejó 369 muertos en todo el país, 228 en la capital. Muchos relatan que a pesar de las promesas, no han recibido ninguna asistencia financiera.

Cientos de edificios tuvieron que ser evacuados tras el sismo, y la demolición de los que son imposibles de reconstruir apenas comienza. Los obreros tienen que sacar cualquier material que pueda presentar una amenaza a la seguridad pública, y entonces iniciar la ardua tarea de demoler estructuras en medio de un vecindario poblado.

En los mil 964 kilómetros cuadrados de superficie de la Ciudad de México, las áreas de siniestro mayor tienen una estela de construcciones con daños de diversa índole, desde Lindavista hasta Tláhuac, con miles de edificios y casas que, al menos, requieren de peritajes confiables para saber si se puede o no vivir allí.

Listones amarillos y rojos, inmuebles bajo resguardo de la Policía Preventiva, hasta en predios donde ya no hay nada; edificios que son fantasmas de ladrillo y varilla que pueden caer en cualquier momento caracterizan los escenarios donde hace un mes la Ciudad de México libró batallas entre la vida y la muerte.

A un mes del sismo, en redes sociales ha surgido una propuesta para recordar a las víctimas: en la Ciudad de México están invitando a los puntos de reunión de los simulacros en punto de las 13:14 horas, hora en que ocurrió el temblor, y con el puño cerrado y en alto guardar silencio tres minutos: uno por los que perdieron la vida, otro por los mexicanos solidarios y uno más por los extranjeros que acudieron a ayudar. 

El abandono de los afectados

Los que se vieron obligados a salir de esas estructuras se han estado quedando con familiares, en hoteles o incluso en carpas en la calle. El Gobierno ha anunciado préstamos a créditos de bajo interés para que la gente pueda reparar sus viviendas o buscar una nueva, pero ese proceso seguramente será lento.

María Luisa Campuzano Fernández se ha estado quedando en un hotel desde que el sismo dañó el edificio donde ella había vivido por 15 años.

Los inspectores le dijeron que el edificio está estructuralmente firme, pero sus paredes sufrieron daños. El motivo fue uno de los edificios adyacentes, que quedó averiado en el sismo de 1985 y que cayó contra el de ella.

En el vestíbulo del edificio, donde el techo está sostenido con vigas de madera, Campuzano dice que "no ha llegado el dinero de ningún tipo y aquí estamos temblando porque aparte cada departamento está dañadísimo".

Edificio en la Zona Rosa de la Ciudad de México. SUN / ARCHIVO

Ana María Rodríguez Maya, arquitecta de profesión, estaba trabajando en su apartamento cuando ocurrió el sismo. Corrió hacia las escaleras, pero sentía que el edificio se desmoronaba bajo sus pies. Logró alcanzar el techo, y luego el techo de un edificio adyacente.

Otras ocho personas quedaron atrapadas adentro. Sus gritos se percibían en medio de la nube de polvo y los vecinos corrieron al rescate con palas, picos y escalerillas, hasta que los rescataron a todos.

"No ha llegado el dinero de ningún tipo y aquí estamos temblando porque aparte cada departamento está dañadísimo"

Rodríguez dice que los vecinos permanecen en la incertidumbre. No han recibido ninguna asistencia financiera, aparte de un cheque de tres mil pesos otorgado a una familia de cuatro personas para que pudieran alojarse en otro lugar. Ella, sus hijos, su sobrino, los dos perros y el gato están dispersos por toda la ciudad, en casas de amigos y familiares.

Sus hijos lograron llegar hasta la vivienda en la que ella vivió por 20 años y que había remodelado recientemente. Grabaron un video de las ruinas y querían mostrárselo. Pero la mujer, con los ojos llenos de lágrimas, no soporta verlo, pues dice que quiere recordarlo como estaba originalmente.

“Es un orgullo ver a los jóvenes cómo salieron al rescate” 

Silvia García, habitante de Huichapan 20, la Condesa, se enorgullece de la gente, de cómo actuó de inmediato frente a la catástrofe. "Yo vi cómo en Ámsterdam y Laredo, donde se cayó el edificio y árboles encima, se juntaban entre todos para remover los escombros. Pura sociedad civil".

La voz de Silvia García está en boca de muchos. "La gente que fue rescatada, lo hizo la sociedad civil. Es un orgullo ver a los jóvenes cómo salieron sin importar nada y salieron al rescate y quitaron piedra por piedra. Nunca vi a ningún funcionario. Los políticos son una vergüenza, no están preparados, ellos están en el 2018, echándose tierra unos a otros", dice.

Ámsterdam 25, uno de los muchos edificios que permanecen inhabitables tras el sismo. SUN / L. Godínez

Un mes ha sido tiempo suficiente para recordar la grandeza de la sociedad. La Condesa, Roma Norte, Roma Sur, Del Valle, Narvarte, Coapa y muchas otras colonias son referencia de la solidaridad de todos con todos: las señoras que preparaban comida para los rescatistas, los comerciantes y restauranteros que trabajaron para la causa común, un ferretero que dio las herramientas necesarias para las labores de rescate.

Hoy, un mes después, vivir se complica, como ocurre a los vecinos de Ámsterdam 28, un edificio de 10 pisos rodeado de construcciones de tres pisos y que en la danza telúrica golpeó bardas contiguas con fuerza demoledora.

Jacqueline González Guerra vivía de la renta de dos departamentos en Ámsterdam 32.

"Ni a mi peor enemigo le desearía que viviera lo que vi en el temblor"

Los azotes que recibió del edificio del número 28 causaron daños que le impiden rentar y tampoco tiene dinero para reconstruir (cuando se pueda); además, está fuera del mapa de los damnificados que ayudaría el gobierno de la ciudad, "porque vivo en la Condesa".

Niños del Colegio Enrique Rébsamen levantan el puño en honor a los niños que perdieron la vida tras el sismo. SUN / ARCHIVO

Ámsterdam, una de las avenidas más cosmopolitas que pueda haber, registra la salida de vecinos. Todos los días hay mudanzas. Los negocios han caído en vida vegetativa. La idea de mucha gente es irse y ya no volver a vivir a la Condesa, por miedo a otro sismo devastador. Es el temor que no deja dormir y descansar. "Literal, nadie duerme", como dice Tania Ibarra Mújica, a cargo de la estética en la que extraña la alegría de muchas personas que daban vida a esta zona. 

La solidaridad que los mexicanos mostraron esa semana es digna de la historia de la Ciudad de México, relatan. SUN / ARCHIVO

"Ni a mi peor enemigo le desearía que viviera lo que vi en el temblor", dice Córdula Reséndiz Franco. Escuchó el estruendo del derrumbe del edificio de Álvaro Obregón 286, los gritos desesperados de los que de inmediato empezaron a ayudar y las sirenas de las ambulancias.

Hoy, Viaducto y Torreón es un baldío con arreglos florales secos y veladoras apagadas. Lo que allí ocurrió es digno de las mejores páginas de la historia de la Ciudad de México: por lo menos unas 500 personas entraron a las tareas de rescate. Formaron un gigante que a una voz movía cuerdas y retiró un anuncio panorámico que había quedado encima de todo.

Ese lugar fue la confluencia de jóvenes. Las clases medias y populares que trabajaron juntos por la causa de todos.