Viernes, 19 de Abril 2024
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Yo soy mexicano, ¿cuál es tu superpoder?

El pasado martes 19 de septiembre se cayó todo... menos la solidaridad. Este texto va dedicado a esos héroes: a los de pie, a los que viajan en moto, a los que pedalean una bicicleta y a los que andan a cuatro patas

Por: El Informador

Voluntarios trabajando en la Unidad Habitacional de Taxqueña; aún queda gente desaparecida.

Voluntarios trabajando en la Unidad Habitacional de Taxqueña; aún queda gente desaparecida.

GUADALAJARA, JALISCO (24/SEP/2017).- El pasado martes 19 de septiembre, al igual que hace 32 años, la tierra cimbró a diversas ciudades de México, incluyendo la capital, donde se registra el mayor número de víctimas, cerca de 160; y al igual que en 1985 la sociedad, los de a pie, salieron a las calles para auxiliar a quienes quedaron bajo los escombros... Enterrados por los bloques de cemento de lo que alguna vez fue su casa, su lugar de trabajo.

“Formen una cadena”, “abran paso”, “traigan agua”, “ayuda, ayuda”... “Necesitamos picos y palas”, “traigan medicamentos, por favor” son sólo algunos de los gritos que aún hoy se escuchan en los lugares donde la esperanza por salvar una vida o recuperar un cuerpo sin aliento aún no ha muerto.

¿De qué garganta salían esas exclamaciones? En su mayoría fueron de jóvenes, adultos, ancianos... de la gente que mostró que, cuando se trata de ayudar, son los primeros en levantar la mano. Y es que a los pocos minutos después de que paró de temblar cientos de personas en la Ciudad de México corrieron a ayudar a sus semejantes, a sus familiares, a sus amigos, a los extraños conocidos y a los que jamás habían visto.

Fue una reacción en cadena, sin que nadie les dijera cómo, sin que les señalaran con qué, sin que les indicaran en dónde, Fernando, Viridiana, Cristina, Luis, Carlos, Sandra, Julia, Francisco, María y un largo etcétera salieron a las calles con lo que pudieron: con palas, picos, cubetas, con sus propias manos. Se volcaron a la Roma, a la del Valle, al colegio Enrique Rébsamen, a la Obrera, a Tlalpan, Villa Coapa, Xochimilco, la Condesa; viajaron al Estado de México, Morelos y a Puebla… Cargaron víveres, ofrecieron albergue, clasificaron y distribuyeron medicinas, prepararon comida, escarbaron entre los escombros,  repartieron agua, formaron cadenas humanas, organizan el tránsito, regalaron abrazos, ofrecieron sus servicios como médicos, psicólogos, veterinarios, arquitectos e ingenieros.

Fernando Rodríguez, comunicólogo de profesión, estuvo colaborando con sus colegas en las labores de rescate, en entrevista comparte su experiencia: “Para mí hacer esta labor fue una obligación moral, necesitaba ayudar a mi país; sobre todo, a los niños… Y es que este tema me es sensible, pues tengo una hija de cinco años. Después de estos días, hoy me siento más mexicano, porque ayudé y vi cómo la gente respondió bien, de forma desinteresada, donando, yendo y viniendo en moto y bicicleta, siempre llevando ayuda. La gente prestaba sus autos, las empresas donaron comida, medicamentos, hielos, estufas… Llegaron médicos de hospitales particulares y militares, no solo de la Cruz Roja. La realidad es que esta experiencia estuvo llena de contrastes, porque por un lado no quieres que pase este tipo de desgracias, pero por otro lado me siento como una mejor persona. Me tocó estar en el colegio Enrique Rébsamen, vi el rescate de un niño; en la zona de Coapa, de la cual casi nadie habla, también se rescató más gente. El apoyo sí se vio, la sociedad tiene un 10”. Ante la pregunta de qué enseñanza le transmitirá a su hija tras este suceso,  sin dudarlo responde: “Que siempre se presente a ayudar a la gente sin importar si la conoce o no, que apoye a los que más lo necesitan…”

Es así que el auxilio se presentó en diferentes formas; como la labor del arquitecto Francisco Elías, quien pese a estar damnificado, utilizó sus redes sociales para documentar lo que ocurría a su alrededor, dio muestra del trabajo que realizaron en conjunto las autoridades y los civiles. No paró de notificar y eso, también se llama ayudar; mostró más allá de lo que los medios televisivos decidieron transmitir, sobra recordar el reality show que montaron alrededor del colegio Enrique Rébsamen, cuando jugaron con intensión o por ignorancia no culpable con la esperanza.

Y también están los que andan en moto, los que circulan en bicicleta. Su labor fue clave, principalmente las primeras horas que siguieron al sismo pues el tráfico estaba desquiciado, las avenidas colapsaban, y ello dificultaba que las ambulancias llegaran a tiempo; por ello, los llamados biker agilizaron las labores de rescate al ofrecerse a trasladar a los paramédicos, a transportar la ayuda, bastaba verlos conducir con médicos abrazados a sus espaldas, equilibrándose para que el cargamento que traían no se les cayera; en caravanas circulaban por el periférico, tocando sus bocinas y solicitando a que los automovilistas abrieran el paso para dejar pasar a los vehículos de la Cruz Roja a los bomberos… Lo mismo ocurrió con la gente en bicicleta, quienes pese a tener las piernas cansadas no dejaron de pedalear, principalmente para transportar medicamentos y alimentos.

Y qué decir de los binomios caninos como Frida, una perrita de siete años entrenada por la Marina que ha logrado rescatar a 56 personas -12 de ellas aún con vida- en distintas operaciones. Esta labrador junto con los canes Evil y Eco fueron adiestrados por la Sección Canina del Cuartel General del Alto Mando de la Semar, los tres se especializan en la búsqueda de personas tras un desastre; sin ellos, al menos medio centenar de personas no habrían sido localizadas.

Este texto va dedicado a esos héroes: a los de a pie, a los viajan en moto, a los que pedalean una bicicleta y los que andan en cuatro patas… Así es como recordamos cómo ha sido la ayuda en la Ciudad de México, donde existen personas que apoyan curando a los lastimados con algo más poderoso que un analgésico: con un abrazo.

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