Viernes, 29 de Marzo 2024

Líneas rojas

México es altamente vulnerable a los cálculos electorales de Trump

Por: Enrique Toussaint

Trump necesita una victoria, como bien lo escribió Fernando Escalante. Y la victoria es someter a México. EL INFORMADOR / E. Victoria

Trump necesita una victoria, como bien lo escribió Fernando Escalante. Y la victoria es someter a México. EL INFORMADOR / E. Victoria

Donald Trump demuestra, día a día, algo que lucía inimaginable: la política le dobla las manos a la economía. Siempre pensamos justo al revés: los poderes fácticos se imponen a los poderes constituidos, las calificadoras tienen más poder que los presidentes, y los banqueros pueden hacerle temblar las piernitas hasta el más valiente de los políticos. Pues Trump cambió la lógica. Aunque sólo lo puedes hacer cuando encabezas el Imperio.

En Relaciones Internacionales existen dos grandes escuelas de pensamiento: la realista y la idealista. La primera parte de que el sistema internacional es anárquico y quien tiene más poder, manda. Como dijera Robert Kagan: el multilateralismo (buscar acuerdos, diálogo, reglas conjuntas) es para los débiles. Y tiene razón. Si un país, más la potencia hegemónica, quiere imponer su voluntad, no importan los tratados y demás mecanismos de acuerdo internacional. Los idealistas creen que no. Que es posible construir un mundo que se finque en instituciones comunes, reglas que respetemos y Derechos Humanos que estén por encima de cualquier consideración nacional. Pues, nadie me va a negar que el mundo está entrando en una fase hiperrealista: desglobalización, repliegue del libre comercio, acuerdos ambientales que naufragan, nacionalismo y juego de poder.

Podemos pensar que Trump es un obtuso y un ignorante. Un tipo xenófobo y racista. Sin embargo, es un extraordinario jugador de cartas en la arena internacional. Entiende el poder y lo sabe usar. La guerra comercial abierta contra México es sinónimo de ello. Utilizar las herramientas del comercio internacional para doblegar la voluntad de tu vecino y obligarlo a que te obedezca. Trump quiere que México sea implacable en la Frontera Sur. Quiere que seamos el refugio de las decenas de miles de centroamericanos que cruzan por nuestro territorio. Quiere que la política migratoria mexicana se defina en Washington. Como buen imperio, la Casa Blanca quiere extender sus tentáculos hasta Tapachula. La jugada es maestra porque todo parece indicar que habremos de obedecer al magnate. Trump gana en todas las combinaciones: si entran los aranceles porque daña la economía mexicana y manda un mensaje de firmeza, y si no entran en vigor, fue porque México cedió ante las exigencias de Washington.

México puede apostar por el diálogo y pedir respeto a la dignidad nacional. En general, el Gobierno de López Obrador hace bien apelando a la diplomacia para resolver los conflictos binacionales. Empero, Trump necesita una victoria, como bien lo escribió Fernando Escalante. Y la victoria es someter a México. En la narrativa de Trump, las administraciones que lo precedieron fueron débiles y supeditaron el interés nacional a cambio de migajas. El TLCAN es el ejemplo que más cita Trump. Dice que es el peor acuerdo de la historia y que los mexicanos “robaron una tercera parte de la industria automovilística de Estados Unidos”. Obama, Bush, Clinton, todos fueron cobardes. Donald Trump sabe que debe tener activada a su base de simpatizantes, motivarlos luego de cuatro años de caídas, derrotas legislativas y más fracasos que éxitos. Trump es un pésimo jefe de Estado, pero es alguien que no tiene miedo de llevar su presión al extremo con tal de obtener rentabilidad electoral. México es y será la piñata de Estados Unidos, ¿tenemos un plan B? ¿Sabemos a dónde vamos?

Tengo la impresión que México cederá en esta primera etapa de amenazas. La situación económica del país es delicada y una escalada de aranceles podría hacerle daño al Presidente López Obrador y a su proyecto político. Es fácil decir que México tiene que diversificar y apostar más por el mercado interno, pero llevarlo a la práctica es sumamente difícil. Se tiene que hacer con visión de Estado y en diálogo con el sector productivo nacional, pero el cambio estructural es lento. Sin embargo, tengo la impresión que México podría jugar un rol importante en la arena internacional a través del poder simbólico. Vivimos un mundo realista y un presidente en Estados Unidos dispuesto a todo con tal de reelegirse, pero eso no debería evitar que México se moviera en busca de alianzas. El desprecio que tiene López Obrador por la arena internacional cercena la posibilidad de construir un espacio en donde México abandere la discusión sobre la migración que está presente en cada rincón del mundo. Decía el Presidente en campaña que la mejor política exterior es la política interna; pues no, hay retos que tienen un componente diplomático innegable y México ha renunciado a liderar estas discusiones. Incluso, México debería ser más proactivo en la construcción de aliados internos en Estados Unidos. Gobernadores de Estados fronterizos, la mayoría demócrata, los republicanos inconformes. La política internacional es mucho más compleja que un aparente juego de suma cero entre líderes nacionales.

En el mismo sentido, la Cancillería Mexicana tiene que trazar claramente las líneas rojas con Trump. Una cosa es comprometerte a reforzar la seguridad en la Frontera Sur y a combatir la corrupción, y otra es aceptar que México se convierta en un tercer país seguro. Lo primero tiene sentido incluso para nosotros: no nos podemos permitir tener una frontera tan porosa, indigna y en donde se violan todos los días los Derechos Humanos. Eduardo González, académico del TEC de Monterrey, definió a México como una frontera vertical. Los migrantes sufren vejaciones y violaciones por doquier cada que atraviesan por territorio nacional. México debe ser razonable en lo que puede negociar, pero no someter la soberanía en materia de política migratoria a los caprichos electorales de Trump. Ahí sí, debemos tener un plan B para lidiar con las consecuencias económicas de la imposición de aranceles.

Segundo, la unidad debe tener un propósito. El Presidente convocó a la clase política y a líderes civiles a manifestarse en Tijuana por el respeto a la dignidad nacional. La unidad suele ser una frase muy poderosa cuando hay un “enemigo externo”. Sin embargo, las definiciones tendrían que ser más claras: ¿Cuál es nuestro plan migratorio? ¿Sólo enviar a la Guardia Nacional? ¿Qué se hará para promover el desarrollo en zonas pauperizadas que expulsan poblaciones? Unidad con contenido, sino es demagogia nacionalista.

Donald Trump tiene el sartén por el mango. López Obrador dijo durante la campaña, ante las preguntas recurrentes acerca de la inestabilidad política que supone tener a Trump en la Casa Blanca, que él lo iba a convencer de no dar pasos en la ruta incorrecta. Las elecciones en Estados Unidos son en noviembre de 2020, y se avecinan 14-15 meses en donde Trump hará de México, sus “violadores, narcotraficantes y funcionarios corruptos”, su discurso para endurecer la frontera y culpar a nuestro país de los peores males. La diplomacia nacional no tiene otra más que negociar, buscar acuerdos, aliados internos y externos, trazar líneas rojas y refrendar el papel constructivo de México en la arena internacional. Trump se estrelló con la idea del Muro y fracasó, México necesita inteligencia y saber que el magnate busca una victoria política.

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