Miércoles, 24 de Abril 2024

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Providencia secuestrada

Por: José M. Murià

Providencia secuestrada

Providencia secuestrada

Para Ismael del Toro

Durante casi tres horas los habitantes de un sector de la colonia Providencia Norte quedaron prácticamente secuestrados. ¿Los autores? Organizadores de una de tantas carreritas de chisguete que se realizan casi cada semana en dichos parajes de la ciudad, interrumpiendo las actividades habituales, inopinadamente y casi siempre sin noticia previa, como en este caso.

A veces ni siquiera se toma en cuenta a la autoridad vial.

Desde la primera claridad, húmeda por cierto, altavoces a su máxima capacidad despertaron al vecindario de la Unidad Deportiva Revolución. No importaba que fuera domingo y que los antros cercanos ya hubieran llenado de decibeles el aire hasta la madrugada…

Pero lo peor fue cuando se cayó en la cuenta de que la zona se había convertido en una suerte de campo de concentración que impedía la salida de un perímetro determinado a cuanto coche pretendiera hacerlo. Para ello estaba destacado estratégicamente un hato de policías (que no policíos) del todo irracionales que no sabían más que impedir el paso.

Ante la búsqueda desesperada de quienes tenía urgencia de atender asuntos fuera de ahí, hallaron respuestas tales como “ahí búsquele”, “Espérese, faltan nomás dos horas”, la clásica: “yo no sé nada, pero usted no pasa”.

Evidentemente, la cabeza no les da más que para portar gorras, por cierto, variopintas y ostentar remedos de uniforme.

Ante el hecho de que se producían lapsos relativamente largos sin atletas, debido a que algunos ya no podían con sus rechonchos cuerpos, la gente pedía que se aprovechara la ocasión para ir dejando pasar. Me impresionó quien más clamaba porque tenía un enfermo esperándolo en la plancha para ser operado, y se ganó por respuesta de ese remedo de autoridad: “¿A mi qué?”. Finalmente, el hombre encontró una calle que, si bien estaba cerrada, no pasaba nadie por ella y consiguió que, tal vez la única poli con raciocinio, levantara la maldita cinta amarilla y lo dejara pasar, lo cual aprovecharon otros para seguirlo, sin que corredor alguno se columbrara…

El derecho al tránsito que se violentó aquí de acuerdo con las normas viales y sin cortapisas de arbitrariedades para actividades absolutamente lúdicas y sin previo aviso, es un derecho establecido por la Constitución y uno de los derechos humanos inalienables.

¿Cuál es el argumento para confinar de mal modo a un grupo de ciudadanos durante más de tres horas? ¿El que unos cuantos se diviertan? ¿No da el cacumen de las autoridades para hacer las cosas con previo aviso y estudiando bien las rutas para que todo el mundo pueda hacer su vida normal sin necesidad de violentarse?

No es ya hora de que las autoridades municipales y las de vialidad pongan orden en este sentido, antes de que la gente apremiada responda con una explicable agresividad. 

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