Los planes de China para convertirse en la vanguardia tecnológica del mundo no son recientes. Desde hace cinco décadas plantearon, como prioridad, una visión global de su economía y de la formación de su juventud. Las mejores universidades de Estados Unidos y Europa han tenido durante décadas a cientos de miles de estudiantes chinos.Las autoridades cambiaron el modelo económico para incluir las reglas del mercado, se propició la llegada al país de miles de empresas extranjeras que llevaron la tecnología y el expertise en la conducción empresarial, se conformaron grandes bolsas de valores para introducirse en el mundo financiero con fuerza. Se fomentó la enseñanza obligatoria del inglés en todos los sistemas de enseñanza y se estableció como prioridad el desarrollo militar sobre el soporte tecnológico. Además, se propició el crecimiento de grandes empresas multinacionales chinas para establecer presencia empresarial en todo el mundo.Mientras tanto Estados Unidos, a partir de la Segunda Guerra Mundial, propició la llegada masiva de científicos y pensadores europeos a sus universidades, invirtió en ellas ingentes cantidades de recursos para generar innovación y desarrollo tecnológico que, junto a la investigación propiciada por la industria militar y espacial, produjeron miles y miles de patentes de productos que se introdujeron al mercado como una muestra del poder del conocimiento. Impulsaron la expansión global de estos productos e instalaron una red global de producción para abaratar los costos. Apalancados en su dominio de las grandes rutas marítimas y aéreas. El poderío militar y el dominio de la tecnología de las comunicaciones se convirtieron en la piedra angular de su papel en el mundo. Las empresas norteamericanas globales siguen abasteciendo al mundo de la tecnología para producir satélites, aviones, computadoras y hasta el petróleo con sus nuevas técnicas de extracción.El desarrollo de la competencia de estos polos era inevitable. Los esfuerzos por establecer límites mediante un sistema internacional de normas que condujera el desarrollo tecnológico por caminos ética y jurídicamente adecuados han ido perdiendo fuerza. Al grado que hoy mismo está decretada una guerra tecnológica que tiene visos de mantenerse en las próximas décadas como un hecho geopolítico de la mayor importancia.La intención expresa de China de propiciar inversiones estratégicas en infraestructura en Latinoamérica, África y Asia ha encendido las alarmas de Occidente por la creciente influencia financiera y política que los proyectos pueden generar. La prohibición de hacer negocios con la empresa China Huawei es la punta del iceberg de un proceso que supone el control de los datos de la población de las naciones enteras.La competencia tecnológica tiene hoy mismo ámbitos que parecen ficción: El dominio de la actividad en el internet profundo; la ciberseguridad de los sistemas militares, financieros y de secretos industriales; la biotecnología para mejorar a los seres vivos; la exploración de materiales provenientes del espacio; el dominio real de la riqueza marina y de los polos.México es una potencia emergente con una posición geográfica que condiciona su actuación geopolítica. Requiere urgentemente fortalecer su papel en el mundo y expandir su presencia e influencia en la región para consolidar su fuerza económica. Abrirse a la atracción de talento del exterior y enviar a miles y miles de jóvenes a prepararse al exterior para fortalecer la visión global de las generaciones de jóvenes. De alguna forma la competencia o la guerra entre China y Estados Unidos puede beneficiar a los intereses mexicanos si sabemos aprovechar las oportunidades que se generan. Definir nuestra posición en esta competencia es una de las cuestiones de Estado más importantes en este momento. Atracción de capital, de tecnología y de talento parece la fórmula precisa para abordar un momento histórico, que está mucho más allá de las cuestiones de la coyuntura política.
