Jueves, 30 de Mayo 2024

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El problema de los puentes peatonales

Por: Juan Palomar

El problema de los puentes peatonales

El problema de los puentes peatonales

La movilidad peatonal es la principal forma de traslado en las ciudades. Esto, que parece una obviedad, no lo es tanto en los hechos. Sin importar el medio de locomoción, toda la población está sujeta, en algún momento o por largos trechos, a la marcha a pie. El peatón es quien mayor fragilidad guarda, quien experimenta con mayores dificultades las dificultades y características de sus recorridos.

Por eso, en la llamada pirámide de la movilidad, el peatón tiene la preeminencia absoluta. Esta jerarquía se ve con frecuencia nublada por la simple acumulación de vehículos de motor en las calles de las ciudades, los que por su misma naturaleza ocupan un espacio mucho mayor y pueden desarrollar superiores velocidades.

Históricamente el automóvil fue la gran emergencia en el panorama urbano desde comienzos del pasado siglo. Sus conveniencias fueron adoptadas de inmediato como símbolo de progreso y señal de la tan deseada modernidad. Las ciudades estaban pensadas, por generaciones, a otra velocidad y otra escala. Por décadas los tejidos citadinos sufrieron muy diversas alteraciones para dar cabida al tráfico automotor, el que gozó de automática preferencia en muchísimos contextos.

La condición peatonal, su naturaleza individual y reducida a la presencia física de cada persona, fueron tomadas como un simple dato en la movilidad pública. Cada vez con mayor frecuencia los peatones fueron limitados a espacios más constreñidos, a mayores dificultades en sus desplazamientos. La mayoría de las grandes obras de infraestructura fueron pensadas y construidas para asegurar un más fluido y rápido tránsito de los automóviles.

De la misma versatilidad de los peatones, de su capacidad para adaptarse a las estrecheces de paso y a las dificultades de los trayectos surgió la idea de liberar la superficie de las calles en favor del tráfico automotor y relegar a la gente de a pie y destinarla al uso de pasos a desnivel peatonales. Por la misma dimensión de los vehículos, el acceso a dichos pasadizos, o puentes peatonales, comporta el ascenso de considerables alturas que exigen un esfuerzo físico considerable. Las personas con diversas condiciones, con cargas de distintos tipos, ven multiplicadas esas complicaciones. De las simples escaleras se pasó, como un indispensable recurso, al uso de las rampas, que exigen un mucho mayor desarrollo que las inconvenientes escaleras.

El grave problema derivado de estas soluciones es la desproporcionada cantidad de esfuerzo físico requerido y la multiplicación de las distancias a recorrer para salvar una vialidad. Gradualmente se van encontrando alternativas para devolver al peatón su jerarquía como sujeto primordial de la movilidad. Pero existen graves retos a superar y multitud de casos existentes para los cuales habrá que encontrar soluciones adecuadas.

jpalomar@informador.com.mx

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